lunes, 28 de septiembre de 2009

El sabor de la vida


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Nadie le tomó nunca el sabor a la vida. O creyó estar sintiendolo. ¡Pero todos sabemos su gusto! y lo llevamos justo bajo la lengua...
No confundamos "bajo" la lengua, con "en" la lengua, ya que esta misma siempre está contaminada con los distintos sabores de las comidas, del dormir,
del asco, del aire, de la pena, la rabia y la dicha.
El verdadero sabor de la vida, de nuestras vidas, se encuentra justo bajo nuestras lenguas y es la saliva tierna y tibia, dulce y vasta que baña nuestro pulposo
sistema del gusto, antes de hablar, respirar, comer y besar.
Es lo que mejor conocemos, puesto que con ella nacimos y sentimos su sabor, segundo a segundo... y acordarnos de su existencia, nos trae un súbito cariño
por ella.
El sabor de la vida no se queda sólo en nuestra boca, porque cuando algo nos transmite mucha vida, nuestra saliva sale arrancando de la boca, hacia cualquier parte.
Cuando vemos o imaginamos un limón, amarillo, ácido, duro y jugoso, es como tener al mismo sol en nuestras manos, y esa vida, nos hace de la boca, pura agua!!
Cuando amamos a alguien, lo que más queremos saber de él, es el sabor de su vida, y cuando nuestra saliva se junta con la suya, no hay método científico que
los pueda separar, pues saben iguales, como la misma existencia, que es igual para todos.
Cuando te quedas sin vida, pierdes a alguien, o estás en una situación en la que no quieres estar, ¡misteriosamente toda tu saliva desaparece! y es más probable
que en ese momento el sabor de tu vida se torne salado, y aparezca escapandose por tus ojos.

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