lunes, 28 de septiembre de 2009

El unico futuro que se avecina



Hoy están todos solos. Los veo pasar; cabizbajos por la calle.
Aquel hombre que cruzó con roja sin mirar a ninguna parte.
Aquel hombre, sabía que lo estaba observando.
Pero no hizo nada al respecto.
Él sabía que estaban todos solitarios, inintermitentes,
pero jamás le harían daño... ni él a ellos.

El mundo se dividió.
En algún momento las familias disminuyeron su volumen.
En otro, las parejas se separaron.
Ahora todos eran entes, que hacían lo que debían por instinto.
Ya no era una sociedad, sólo humanos que hacían lo suyo,
sin depender del resto, sin contribuir con nadie.
No era egoísmo, era evolución.
De hecho, la evolución siempre ha dependido de una pizca de egoísmo.
Cuando se empezaron a formar las civilizaciones,
unos pocos recibieron de lo que muchos dieron.
Y cuando estas civilizaciones se empezaron a globalizar, el humano fue egoísta con el planeta.
Intentó privarlo del agua, intentó privarlo del aire y de la capa de ozono.

Ahora que los humanos son egoístas unos con otros,
han evolucionado por completo, y están listos para morir como especie.
Ya nadie tendrá hijos, ya no es lógico darles un planeta agonizante,
y no hay amor, ni odio, ni envidia, ni curiosidad.
Sólo se envejece, día a día, y cada minutos menos corazones palpitan.

Las formas de la oscuridad
























En la negra noche eterna bajo mis parpados, nada tiene forma, excepto lo que toco. Y como si fuera un lápiz de tinta imperdurable en el tiempo, con mis manos
voy pintando sin colores las formas redondas o rectángulares (pues no hay otras) de todas las cosas.
Pero se va perdiendo todo, y ya no puedo saber cómo son estas cosas, ni cuán cerca o cuán lejos están de mi.
Me siento cayendo en el más profundo abismo, pero sin caer.
Flotando en el mar de lodo más gigantesco, pero sin flotar.
Volando en el infinito universo, pero sin estrellas.
Aquí lo tengo todo, y no tengo nada.
Aquí no hay reglas, porque no hay caminos.
Pero sí estoy yo, y todos mis pensamientos, que caen como las hojas secas de un árbol en otoño, a un río que nunca las traerá de vuelta.

El sabor de la vida


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jueves, 24 de septiembre de 2009

galopantes sin rumbo




como un caballo perdido en el cielo
trotando por las nubes sin dueño
me siento a pensar sentada en mi estrella
y te veo galopar sin dejar huella
¿será tu montura mi lecho
cuando caiga dormida en berbecho?